Las interfaces del futuro presente
16/07/2007)
La tecnología promete muchas veces cosas inalcanzables. La decepción llega casi tan rápido como la exaltación ¿Cuánto hace que algunos tecnofanáticos vienen pregonando el fin de los problemas educativos gracias al auxilio mágico de las tecnologías?.Pero ello no ocurrió. Ni ocurre, ni ocurrirá. Las razones de este desfasaje son muchas y variadas, pero en todas ellas interviene un factor esencial: la dificultad que exhiben todas las tecnologías supuestamente nuevas para remedar con eficacia y poder las capacidades ancestrales de la superficie física (antes el papiro, hoy el papel) y los instrumentos de inscripción (el punzón para la tableta de arcilla milenios ha, el lápiz de grafito y la birome hoy en día).
Hay muchos elementos intervinientes aquí, pero uno clave son las interfaces o formas de articulación entre la forma y el contenido cuando de poner (representar) al mundo sobre el papel se trata.
Hace ya casi medio siglo -desde el momento mismo de su invención- que en el mundo de la computación la interfaz ha implicado un costo de acceso cognitivo enorme para el uso de las nuevas tecnologías.
Por eso cada vez que imaginamos formas de simplificar el acceso a las herramientas damos un paso más que adecuado para su utilización más plena por los usuarios y abrimos así la puerta a relaciones más "naturales" e "históricas" con los contenidos.
En este sentido el Reactable, una computadora para producir música, señala un camino más que interesante en la combinación de una manipulación física de la interfaz con un poder de generar música impensable con los instrumentos tradicionales.
Dados los múltiples avatares que hubieron de ocurrir para el diseño social de este aparato, que aún debe ser producido masivamente, y como ese camino se cruza a veces con otros intentos no tan felices de interiorización de nuevas herramientas por parte de los docentes, un paseo por su puesta en acción resulta muy productivo.
Sobreexpectativas y subrealidades. Pero al vesre también
Como nuestras sobreexpectativas frente a lo que sucederá son tan grandes, como hemos visto y leído tanta ciencia-ficción, como estamos hartos del vaporware y nos cuesta imaginar lo distinto cuando algo realmente sorprendente, llamativo o excepcional frente a un hecho, un dato, un aparato, una experiencia o una idea ocurre (en el plano conceptual, del prototipo, pero mucho más de la implementación), generalmente caemos en el estado opuesto y no lo percibimos como debida magia y disrupción.
A menos que tengamos la neurona entrenada, a menos que hayamos afinado lo suficiente el diferencial, a menos que sepamos contrastar y articular debidamente la mirada de lo nuevo junto a la latencia de lo viejo y el pulso del porvenir. Tareas nada fáciles, es cierto, y para las cuales no nos prepara ningún master, ni la lectura de parvas de libros, ni mucho menos ejercicios no muy felices de multiple choice o de redacción de monografías universitarias pacatas y adocenadas.
La construcción social del artefacto y la memoria light
La semana pasada tuvo lugar uno de esos raros eventos donde por un instante percibimos, comprobamos y sentimos lo nuevo en estado puro, lo vimos funcionar siendo adoptado como propio (es decir, siendo reinventado socialmente por sus neo-usuarios), lo procesamos y convertimos en texto e imágenes e... inmediatamente pasamos a otra cosa.
Es cierto que el Reactable había pasado por una deglución semejante a manos de nada más y nada menos que el hada electrónica Björk, por lo cual en este caso sí que era oro lo que relucía, pero aun así nos quedamos un poco cortos, el shock fue demasiado brutal, no podía tratarse tan sólo del aparatejo estrella en el Renacer 07, que tuvo lugar la semana pasada en el Hesperia Tower, en Barcelona.
Que el Reactable sea una idea (es decir una diferencia que hace una diferencia, maravillosa e inolvidable definición que diera Gregory Bateson del término) me surgió una vez más por comparación y desvío, es decir por deriva cognitiva.
El Bulli ¿les suena más y mejor que el Reactable?
Ya casi cuando se terminaba mi viaje a Barcelona, y habiendo gastado mi único cartucho para ver a la excelsa criatura desde afuera pero bien de cerca, el fin de semana siguiente una nueva palabra encapsuladora de una invención increíble se acomodó en mis alforjas de viajero impenitente. Se trata de El Bulli. Otra idea que hace una diferencia, pero eso será motivo de otro editorial. Sólo que reconstruyendo la increíble historia del mejor restaurante de España de Ferran Adria (entretenida tarea hecha por Xavier Moret en El Bulli desde dentro. Biografía de un restaurante (RBA, 2007) que acabo de devorarme en el infinito viaje Madrid-Buenos Aires), se me ocurrió que el Reactable merecía más comentarios que los que le dedicamos la semana pasada, así que letras a la obra.
Porque antes lo presentamos un poco descuidadamente como pariente lejano del sintetizar Moog e hijo dilecto del grupo de investigación de la Universidad Pompeu Fabra, dirigido por Sergi Jorda, y aunque lo hicimos a sabiendas corremos a retractarnos porque no hay experiencia de uso revolucionario del Reactable que pueda prescindir de sus orígenes, de sus expectativas y de su futura producción masiva. Así que hinquemos un poco mejor el diente en la bestia.
Como lo anticipaba hace una década Eric Schwartz en su Darwinismo digital, todo pasa siempre por el cribaje del gran Charles. Especialmente la innovación. Y a ello le ha dedicado un nuevo e interesante libro Geoffrey Moore: El desafío de Darwin. Innovación y estrategia en las empresas que triunfan, recientemente traducido al castellano (Empresa Activa, 2007).
Cuatro resultados económicos de la innovación: diferenciación, neutralización, productividad y derroche
Sergi Jorda sabe que lo mismo se aplica a su invento, una aventura iniciada hace 4 años. Gracias a la nada circunstancial combinación de un visionado a través de YouTube -el demo básico subido hace ocho meses ya fue visto más de 800.000 veces–, y de una demo en vivo y en directo a Björk en París, la cantante compró uno de los únicos cuatros aparatos hechos a medida que hay en el mundo (uno está en el CosmoCaixa de Alcobendas, otro se presentará desde septiembre en el Museo de Ciencia de Montreal y el cuarto fue el que usó Sergi Jorda el pasado viernes para su histórica presentación en el Renacer 07).
El instrumento no salió de la nada y tiene sus orígenes en un programa de composición colectiva a través de internet que Jorda ideó para varias obras de la compañía Fura del Baus a finales de los años 90. Se llamaba FMOL y uno de sus rasgos distintivos era que con él prácticamente se dibujaba el sonido.
Se trataba en ese entonces ya de una exploración en interfaces buscando deconstruir las metáforas representacionales y yendo al contacto físico. Para ello había que desterrar al mouse del campo de operaciones, y si el Moog apareció en el horizonte de las opciones era porque en ese aparatejo (al igual que en las primitivas computadoras de válvula y en las centrales telefónicas analógicas) el resultado se lograba mediante la manipulación e incrustación de clavijas.
Haciendo música con el cuerpo sin saber nada de teoría
Es por ella que la interfaz redonda finalmente conseguida apunta a congregar la mayor cantidad posible de jugadores (operadores) sobre una superficie tangible luminosa encima de la cual se colocan fichas de distintos formatos y tamaños luminosos que cumplen diferentes funciones.
Cada una hace algo distinto (generadores de sonido, filtros, moduladores) y se controlan girándolas y trasladándolas sobre la superficie, de modo que interactúan entre sí a través de uniones luminosas, que con sólo pasar un dedo por encima, se cortan.
Se trata de un tablero traslúcido. Un proyector situado debajo, lee los objetos que hay en la superficie y le pasa esta información a una computadora. Las fichas llevan en el anverso el dibujo del instrumento o de la función que realizan y en el reverso un símbolo, generado por la computadora, que contiene la información precisa sobre qué representa, qué lugar ocupa en la mesa y qué función cumple.
Cada ficha responde a un instrumento, un sonido o una función de modulación o interconexión. Cada una de las fichas que vemos tiene su código genético en el algoritmo. Las fichas se hablan entre sí y sobre esta relación el músico construye la pieza.
Por su formato y tecnología la mesa permite jams sessions fascinantes. El código es sumamente estético y algunos de los amigos de los diseñadores, como Marcos Alonso, quieren tatuárselos: se trata según ellos del primer código estético de algoritmos.
El resultado es simple pero luminoso. Se puede componer música a múltiples manos sin tener al menor idea de teoría y solfeo, de corcheas y semifusas, de oído absoluto o pretensiones artísticas sublimes.
Descristianizando interfaces
¡Es la interfaz, estúpido!, es la consigna que aparece cada vez que Sergi un músico y programador profesional habla del invento buscando descristianizarlo. Y su consigna debería volver cual boomerang sobre las interfaces actuales, llevándonos a apostar mucho más a Sugar y a desanclarnos una buena vez del sueño dogmático de los íconos tal como los concibió el genio de Douglas Engelbart hace exactamente 40 años.
Para Sergi un instrumento (cualquier interfaz decimos nosotros) no puede ser complicado en el sentido de los instrumentos tradicionales como el violín. Esos instrumentos fueron (siguen siendo) cristianos en el sentido de que se debe convencer a un chico de 6 años de que debe sufrir mucho tiempo prometiéndole una satisfacción muy lejana (el paraíso del virtuoso cuando gane su primer concurso internacional Yehudi Menuhin a los 10 años o más, probablemente a los 14 años).
Hoy hay que construir instrumentos (pero también modelos, conceptos, prototipos, interfaces inmersivas a la Second Life pero con un costo cognitivo de entrada de no más de dos horas) que hagan clic (empaticen) en forma inmediata con el usuario (un caso excepcionalmente bien logrado es el comando wii de la Nintendo que no casualmente vendió cuatro veces más consolas que la lacerada PS3).
Pero ello no significa tampoco fabricar juguetes de segunda clase. Las interfaces (los instrumentos musicales digitales) tienen que ser lo suficientemente fáciles en el acceso como para poder sacarles el jugo en forma inmediata, pero lo suficientemente complejas como para poder seguir experimentando con ellas después del primer acercamiento, y poder reinventarlas a perpetuidad.
Acceso instantáneo y progreso infinito
Dicho en lenguaje marketinero: acceso instantáneo y progreso infinito, esa debe ser la clave de cualquier instrumento, interfaz o caja de herramientas a las que debamos recurrir de ahora en más.
Björk no fue la única que vio el potencial revulsivo del instrumento de Jorda. Justo al día siguiente de mi aterrizaje en Barcelona a fines de junio, en el marco del increíble Festival de Verano 2007 que tendría entre sus muchas sedes al imponente Teatro Griego en Montjuic, Laurie Anderson tocó Homeland. Imaginando -casi seguro erróneamente, dado el lugar- que sería una reedición de Home of the Brave, no fui a verla. O quizás presumiendo que en ese espectáculo faltaba algo que debería estar, sería la respuesta malintencionada de mi inconsciente.
Efectivamente, dos días después de su recital Laurie se apersonó al número 1 de la calle Ocata, cerca de la estacio de Franca, para asistir a una demo -sólo que con unas cuantas semanas de retraso respecto de la que había tenido Björk- del Reactable, de manos de su propio inventor.
Todo lo que dijimos antes acerca de su usabilidad, amabilidad, facilidad de manipulación y poder transformador quedó de manifiesto frente a la azorada Anderson, como había ocurrido poco tiempo antes con el propio Peter Gabriel. Ocata 1 se había convertido en la Meca de la innovación musical en Occidente y nosotros ni estábamos enterados.
Todo ello gracias a una endiablada combinación de tesón por parte del director del grupo, que entre 2003 y 2006 debió atravesar innumerables vallas burocráticas, la obligación de dictar clases, conseguir financiación de la Comunidad Europea, y cuando todo esto no alcanzó para terminar el proyecto empezar una peregrinación para la obtención de fondos ad hominen que casi quiebra la iniciativa con varios ingredientes más.
Dinámicas mediáticas de la innovación
Pero sobre todo gracias la publicidad que les aportó YouTube, donde tienen hoy colgados más de dos decenas de videos, medio centenar de weblogs hablan a diario del Reactable y más 1.5 millones de visiones muestran que talento + irradiación virósica en YouTube se han convertido en un híbrido fabuloso para la consolidación de las innovaciones.
En este círculo virtuoso del apoyo, el reconocimiento y la difusión la presencia del Reactable en el Renacer 07 sumó un nuevo aliento/aliado. Entendido como el summun de la combinación entre innovación y negocios, el evento le brindó a Jorda la ocasión no sólo de validar los logros del aparato sino de integrarlo -junto a la veintena de aparatejos que Alfons Cornella comentó personalmente, entre los que descolló la impresora en 3D- como capital simbólico en el vocabulario y en la práctica (porque fuimos varias decenas las que nos abalanzamos a utilizarlo).
El Reactable ya tuvo su bautismo en el Sonar y está muy cercano a los experimentos que se están haciendo en proyectos como el de Hangar, el Centre de Produccio d'Arts Visuals, y ha revelado que la tecnología española hace rato que ha superado sus complejos de nacionalidad y puede tallar a nivel mundial.
Por primera vez en la historia un grupo europeo, y más precisamente proveniente de la no hace mucho atrasada España, le dio un golpe de furca a templos de la innovación como el Media Lab y a la propia Microsoft que con su mesa Surface todavía esta viendo no sólo el modelo de negocios sino las aplicaciones que la vuelvan posible. El Reactable les ganó de mano a todos. Enhorabuena.
Referencias
Sergi Jorda Faust music On Line: An Approach to Real-Time Collective Composition on the Internet.
Jordà, S., New Musical Interfaces and New Music-making Paradigms, New Instruments for Musical Expression Workshop, 2001, Seattle 2001onardo Music Journal, Vol. 9, 5-12, 1999.